...Y AQUÍ ME HALLO...

Bienvenido lector!

Mi nombre es Carolina y, en esta primera entrada, voy a contaros cómo he llegado hasta el Máster de Secundaria.

Nací en año capicúa (1991) y me crié en la Ciudad de los Almirantes, Medina de Rioseco (Valladolid).


Siempre fui una amante de la música. Jugué con mis primeras teclas a los 4 años y, durante 13 años, crecí y compartí con gente que tenía la misma pasión que yo entre bandas y conservatorio. También tuve la suerte de desarrollarme a través de un sinfín de actividades en la búsqueda de mi futuro profesional; pintura, bailes, idiomas, deportes...

No os voy a engañar. No me veía de profesora. Yo quería dedicarme al conocimiento.

Jesús, uno de mis profesores de 4º de la ESO, insistía en que tenía aptitudes para la educación, pero yo le decía que no me gustaban los niños y que me frustraba la falta de "interés" (creo que dije "sangre") que teníamos los adolescentes, ¿para qué?. Él  me respondió una vez: si consigues llegar aunque sea a uno de ellos, habrá merecido la pena. 

Días después, descubrí el grado en Historia y Ciencias de la Música gracias a un folleto que me regaló el profesor de música, que con cariño había solicitado en la Universidad, y vi claro cuál sería mi camino.


Como soy bastante inquieta, pensé en cursar estudios previos a la Universidad que me aportaran conocimiento útiles para sobrevivir en este mundo y cursé el Grado Superior en Asistencia a Dirección de Empresas; no me equivoqué.

Después de este desvió, disfruté de unos años universitarios enriquecedores e intensos, donde tuve la oportunidad de realizar el Erasmus en el Conservatorio Lorenzo Perosi di Campobasso (Molise, Italia).


Al finalizar el grado, había visto cómo la música influía en las personas, en mí, y quería conocer más sobre la conexión del ser humano con la música y la naturaleza.

Me interesé por la acusticoterapia y acabé estudiando el Máster en Musicoterapia en la Universidad Católica de Valencia, especializándome en TMG (Trastorno Mental Grave). Así, abandoné la bandeja del bar para vivir de la musicoterapia.

En este punto, se suponía que había hecho todo lo que me "vendieron" que había que hacer para tener una seguridad profesional, pero esa historia era tan cierta como las de Disney y acabé trabajando en una oficina para poder seguir dedicándome a lo que realmente me llenaba, compaginándolo con la frustración.


En medio de este lío, la vida me paró rompiéndome la pierna. Tuve dos años para tomar perspectiva y hacer un trabajo de desarrollo personal en el que tuve que deconstruirme, con mucho cariño y paciencia, con la confianza de que este proceso impulsaría la continuación de mi crecimiento. Por supuesto, también me regalé dedicar tiempo a mi curiosidad de aprender y me "hinché" a hacer cursos, manualidades y artesanía.

A pesar de todo, me encantó esta etapa así que, cuando volví a "rodar" (andar), me propuse integrar todo lo que me hacía disfrutar en mis proyectos profesionales: comencé como tallerista de reciclado creativo, retomé mi labor de musicoterapeuta (dedicándome especialmente a la Fibromiálgia) y, lo más curioso, me sentía muy cómoda impartiendo talleres de formación; compartiendo mis pasiones con otros como podéis apreciar por la extensión de esta entrada.


¡Ahora sí! Una mañana mientras tomaba mi café, encontré una postal de Jesús, que me escribía cada navidad desde que comenzó a darme clase. Me dije: ¡jo!, creo que gracias a este vaivén al final he adquirido herramientas útiles que puedo aportar en un aula, porque si consigo despertar esa inquietud, aunque tan sólo sea en uno de mis alumnos, habrá merecido la pena.


Si esta presentación os ha parecido novelesca, espera a leer la historia de mi reciente renacimiento!

¡Hasta pronto!



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